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Vivir en la calle

Por María Sucarrat
Fotos: Silvana Colombo

“Soy Tamara Costa. Tengo 26 años. Durante diez años viví en la Plaza Congreso. Mi casa era ahí, donde está la medialuna, enfrente de La Caja y de las casa de las Madres. Este es M. y tiene cinco años. Aquel, N., de tres. Ella, A., de 16 meses. Tengo un nene más grande, G. pero no lo veo. Un día, cuando él era un bebé, una abogada y una psicóloga me hicieron firmar un papel. Hice unas rayitas, me lo pidieron, se lo llevaron. Sé que lo tiene una maestra en Berazategui. Averigüé. Pero yo tengo la constancia de parto. Me la guardé bien. Diez años me la guardé. Así que un día de estos, lo voy a ir a buscar. Y me lo voy a traer.”

En la Ciudad de Buenos Aires y en el primer cordón, las personas en situación de calle y en riesgo de situación de calle, superan las 20.000. Esta cifra surge de las organizaciones sociales que trabajan con esa población y las fundaciones que ofrecen platos de comida en varios puntos de la capital. Sin embargo, según el censo de 2017 son 1.066 las personas que se encuentran en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires, de los cuales 101 son menores de edad. “Todos los años realizamos un censo para relevar la cantidad de personas en situación de calle. El último es del 11 de abril de 2017 y fue un trabajo en conjunto con la Defensoría del Pueblo, que salió con nuestros equipos a hacer el relevamiento, garantizando rigurosidad y transparencia en todo el procedimiento”, explican desde el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat.

Al contrario del censo, donde los equipos salen a la calle, en el día a día, la asistencia del Estado funciona al revés. Los operadores no recorren la ciudad si no reciben un llamado telefónico. Hombres, mujeres, adolescentes, niños y niñas dependen para sus necesidades primarias de la línea 108. Si una mamá necesita pañales, si una persona fue accidentada, si les hacen falta frazadas, un documento de identidad o un lugar donde pasar la noche, deben llamar al 108, dar la dirección y esperar a que lleguen las camionetas.

“Es un hecho, ya existe la categoría de personas de personas nacidas en situación de calle. Diría que ya hay dos generaciones si hablamos de Ciudad de Buenos Aires. Hay muchos niños, niñas y adolescentes que han nacido en calle y tienen hijos hoy”, sostiene Claudia Enrich, directora de Ciudad Sin Techo, una organización formada por trabajadores sociales y profesionales de la salud física y mental, que trabaja en estos temas.

En el Ministerio de Desarrollo y Hábitat explican: “Cuando vemos chicos en la calle trabajamos junto con el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Vemos que los derechos de los niños no estén siendo vulnerados, y si eso sucede, tomamos una medida para hacer que esa situación no continúe”.

Después de vivir más de diez años en la calle, con ayuda de organizaciones sociales, Tamara pudo mudarse a un hotel. “Ser hotelada”, dice ella mientras ceba mate con azúcar y café en el segundo piso de una pensión de la avenida Corrientes, casi esquina Callao. Con un poco de ayuda, Tamara logró el amparo ampliado, lo que significa que pasó el verano en el hotel y ahora también pasará el otoño. Es decir que no fue desalojada como el resto de las personas que consiguen techo cuando comienza el “Operativo Frío” y que, con un septiembre temprano, vuelven a la calle otra vez.

Los problemas que afronta una mamá como Tamara son innumerables. Los de ella, los propios, antes adolescente, hoy mujer, quedarán siempre de lado.

La identidad es el primer acto de abandono. Hacer un Documento Nacional de Identidad sin domicilio es casi imposible. Como conseguir trabajo. Tamara todavía no sabe leer ni escribir. Aprende, se esfuerza, pero lo que sabe todavía no le alcanza para viajar hasta el hospital donde nació su hijo M. y pedir la partida de nacimiento y sacarle el DNI. Sin documento, M. no puede ir a la escuela. “Este año los anoté. A M., provisorio. Pero en la escuela me dijeron que me llamaron y que no fui. ¡Pero no me llamaron, ni al celular ni al hotel!”, cuenta. M., que debería comenzar el preescolar, todavía no pudo hacerlo. A Tamara, después de vivir más de diez años en la calle, le cuesta un poco organizarse, saber qué día o qué hora es.

“El Estado está ausente con las mamás y los niños en situación de calle, en primer lugar, porque no están documentados. Las niñas y adolescentes muchas veces están en situación de consumo cuando van a los hospitales y son amenazadas con ser desvinculadas de sus hijos de las formas más crueles”, explica Enrich. “Las niñas sufren maltratos institucionales muy grandes. Muchas veces no las dejan salir de los hospitales con sus bebés, algo que hemos visto muchas veces. Son niñas o adolescentes, madres y primerizas, víctimas de abuso en muchos casos, castigadas por ser víctimas del consumo. También hay abandono del Estado cuando son trasladadas, a través de la línea 108, a hogares del Gobierno de la Ciudad, pertenecientes a la Secretaría de Niñez, y en esos espacios, en esos dispositivos, también son abandonadas sistemáticamente.”

Los hijos de Tamara pasan el día en la pieza. A ella le regalaron una televisión. Es la segunda, a la primera se le estalló la pantalla, por fortuna, cuando ninguno de los cuatro estaba ahí. El cuarto de tres por dos es una linda casa comparada con la ranchada de Plaza Congreso. Allí, ella había construido una especie de cucheta de madera aislada de suelo, para no pescarse pulmonías. Entraba por una pequeña ventana y se acostaba con sus tres nenes alrededor.

Más que un cuarto, el de Tamara parece un almacén de ramos generales. Ella guarda todo. Tiene dos heladeras regaladas, dos roperos donados, una cama marinera, mucha ropa. Comida por todos lados. Durante el día se arreglan con lo que tienen y por las noches esperan en la puerta de La Continental o de Mac Donalds que los empleados saquen las bolsas con las sobras. “A veces no nos alcanza porque no puedo ir a trabajar todos los días. Cuando llueve no me gusta salir con los nenes. A veces alguno está enfermo y no tengo a nadie que me los cuide”, cuenta Tamara. El trabajo consiste en juntar papel y llevarlo hasta Constitución. Por 10 kilos de papel blanco le pagan 100 pesos. Con eso va tirando y con la Asignación Universal por Hijo que cobra sólo por A., la única que tiene los documentos al día.

La salud no es un tema menor. Las madres en situación de calle no van al hospital. Tienen mucho miedo de que les saquen a sus hijos. Los bebés no reciben control pediátrico mensual; los más grandes, menos. Este otoño, Tamara rompió el cerco y los llevó al Argerich. “La doctora los revisó y me retó. Me dijo que están bien pero que los tengo que llevar más seguido.” Los tres salieron con sus vacunas al día.

“Es muy difícil encontrar una solución permanente. A través de este censo que se hizo tendremos elementos para poder trabajar con el Estado, a través de Desarrollo y la Oficina de Atención Inmediata que está en Pavón y Entre Ríos”, relata Enrich.
Para la psicóloga social Mariana Spalvieri, con experiencia en la temática de situación de calle, las familias viven excluidas y marginadas socialmente, de frustración en frustración y conviven con un sentimiento de hostilidad constante como forma aprendida para cuidarse. “Es un juego de supervivencia que se manifiesta en cada acto que tienen que volver a resolver cotidianamente: dónde dormir, dónde buscar algo para comer, dónde higienizarse, guardar sus pocas cositas. Aprenden a resguardarse de las condiciones climáticas y de los otros que los acechan constante y brutalmente. Esas experiencias generan tensiones que se van acumulando y formando la escala de valores de cada sujeto.”

¿Cómo hacer para reconstruir el vínculo con el mundo que los maltrata? “Tamara y sus hijos muy pequeños están tratando de amigarse, de trascender la exclusión. Una mujer-mamá llena de potencialidades que no pierde un instante de su vida para tratar de conseguir algo mejor para sus hijos. Sus pequeños logros son muy grandes en este mundo de inequidades”, sostiene Spalvieri.

Si hay sol, Tamara llevará a sus hijos al pasaje Enrique Santos Discépolo. Cargará el autito y la bicicleta que le regalaron. La bebé A. irá en cochecito. Mientras los nenes juegan, ella pensará en la cena, en sus compañeros de ranchada. Y en eso decidirá si Mac Donalds o La Continental.

 

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