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Axel Rivas: “Hay que entender a la escuela como espacio de bienestar, solidaridad y encuentro”
Por Lucía Cholakian Herrera
Los desafíos estructurales de la educación en la Argentina se profundizaron durante la pandemia: no se trata solo de que el ciclo lectivo en 2020 haya transcurrido casi enteramente de manera remota -y por lo tanto, de que muchas y muchos no hayan accedido a la cursada virtual-, sino también de la pérdida de distintos espacios y vínculos relacionados con la presencialidad.
Con el retorno a la presencialidad a mediados de febrero en algunas jurisdicciones y comienzos de marzo en otras, los balances acerca del impacto que tuvo el 2020 en los procesos educativos son insumos para avanzar sobre los modelos híbridos de 2021.
En Infancia en Deuda nos propusimos una serie de entrevistas para analizar las problemáticas históricas y coyunturales vinculadas con el derecho a la educación, para poner la lupa sobre las políticas que se llevaron adelante hasta ahora, y para pensar las necesarias para el futuro.
En esta entrega conversamos con Axel Rivas, Profesor y Director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. Además, realiza investigación en políticas y sistemas educativos comparados.
El 19 de abril, día en que la Justicia porteña dispuso que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cumpliera con la presencialidad en las escuelas contradiciendo el DNU del Gobierno Nacional que indicaba dos semanas de virtualidad, Rivas hizo un hilo en Twitter que comienza diciendo: “Los estudios muestran resultados diversos. No es cierto que la literatura coincide en que ‘cerrar escuelas no baja el contagio’ ni tampoco lo contrario”. Allí, lista una serie de estudios a nivel global que sugieren el cierre de escuelas como una medida de prevención de contagio del Covid19.
Sobre la suspensión de la presencialidad, reflexiona: “Desde ya que hay mucha literatura sobre el impacto negativo en trastornos psicológicos, aprendizajes, desigualdades, economía y género cuando se cierran escuelas. Todo esto debe ser considerado. Este hilo sólo analiza si cerrar escuelas baja o no la circulación del virus. La ciencia, los consensos y la unidad salvan vidas. Estos consensos no se logran con posiciones radicales absolutas. La complejidad, solo la complejidad nos ayuda a salir de las crisis. No la grieta”.
Conversamos con él acerca de la experiencia de la virtualidad en 2020, los modelos híbridos de este año y su propuesta para encontrar un equilibrio que prevenga la desvinculación educativa, pero contemple la situación sociosanitaria.
El ciclo lectivo 2020 puso de relieve diversas desigualdades en el acceso a la educación. ¿Qué cambios considera fundamentales para avanzar hacia la paridad en la práctica educativa?
Hemos visto más claramente las desigualdades que existían. La primera es la importancia de la conectividad, el entender el acceso como un derecho humano y como una herramienta fundamental para poder acceder a la educación en estos tiempos. Es un desafío prioritario lograr la conectividad y el equipamiento -cuando sea necesario- de todos los alumnos del sistema educativo. No es algo que pueda faltar ni con, ni sin la pandemia.
Además, es importante potenciar a las escuelas que se ubican en sectores más vulnerables: fortalecer los equipos directivos, trabajar en programas de formación docente integral. Son opciones que es importante que funcionen desde la política pública para que tengan continuidad en el tiempo. Lo más importante en la política educativa es la continuidad de acción, algo que a veces cuesta mucho que se logre.
¿En qué consiste su propuesta de «Un modelo para las clases presenciales 2021»?
Mi propuesta tuvo como objetivo lograr un equilibrio con la presencialidad alternada de grupos reducidos por semanas: una semana un grupo, otra semana el otro. De esa manera, se busca generar la alternancia y tener más espacio en el aula, sobre todo en casos de grupos que superan los 20 alumnos. La propuesta tenía el foco en lograr una planificación centrada en las dos semanas por grupo -una presencial y otra a distancia-, lo que permite que se planifique esa presencialidad y al mismo tiempo cuidar más los contagios, porque si un grupo no va por una semana entera se genera más aislamiento. También es importante pensar con flexibilidad: hay algunos alumnos con situaciones más vulnerables o con familias de trabajadores esenciales que necesitarán ir más días, y es importante tener esa flexibilidad pensando modelos acordes con las posibilidades de los docentes, respetando sus tiempos curriculares y extracurriculares, o las horas cátedras en el caso de la secundaria. Algunas provincias tomaron esta propuesta.
¿De qué manera cambia el rol de docentes y directivos en esta etapa de modelo híbrido?
Es un cambio muy profundo que empezó el año pasado. Lo primero fue acompañar en lo emocional a los alumnos y a la comunidad educativa. Este es un tiempo complejo que requiere una dosis extra de paciencia y buen trato. Todos estamos con muchas tensiones, es algo muy nuevo. Hace falta hablar del tema, tratar de despejar preguntas, dudas, emociones; entender a la escuela como espacio de bienestar, solidaridad y encuentro. Esa es una dimensión muy importante. Y lo pedagógico requiere de una adaptación muy fuerte. Un aula con menos alumnos nos da otras oportunidades, nos permite personalizar más la enseñanza, y nos hace pensar cómo trabajar con el grupo disociado. Y en ese sentido, toca proponer actividades para el hogar, dar seguimiento, no dejar que en el hogar no haya actividad ni dar cosas que puedan ser muy complejas y generan frustración. Hay que encontrar una nueva forma de planificar, pensar en el espacio, los cuerpos, dar movimiento a los alumnos en una situación de distanciamiento, no hay que olvidar que necesitamos movernos.