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Beatriz Diuk: “En la Argentina tenemos un problema muy serio de alfabetización pero está invisibilizado”

Por: Lucía Cholakian Herrera

Los desafíos estructurales de la educación en la Argentina se profundizaron durante la pandemia: no se trata sólo de que el ciclo lectivo haya transcurrido casi enteramente de manera remota -y por lo tanto, de que muchas y muchos no hayan accedido a la cursada virtual-, sino también de la pérdida de distintos espacios y vínculos relacionados con la presencialidad.

La falta de conectividad, de dispositivos aptos, de lugares adecuadoslos hogares y de recursos materiales para acompañar el aprendizaje afectaron no solamente a las y los estudiantes, sino también al personal directivo y a docentes de todo el país. 

En Infancia en Deuda nos propusimos una serie de entrevistas para analizar las problemáticas históricas y coyunturales vinculadas con el derecho a la educación, poner la lupa sobre las políticas que se llevaron adelante hasta ahora, y pensar las necesarias para el futuro.

En esta tercera entrega conversamos con Beatriz Diuk, licenciada en Ciencias de la Educación, doctora en Psicología y creadora de la Propuesta DALE! (Derecho a Aprender a Leer y Escribir), un programa realizado para trabajar en la alfabetización de niños y niñas con dificultades lectoras que crecen en contextos de pobreza

¿Cuál es el desafío más urgente en términos educativos para la Argentina en este momento?

Uno de los grandes desafíos que tiene la educación (al igual que cualquier proceso social) es que nunca hay un único problema y los problemas nunca tienen una única solución. Si tuviera que elegir un desafío urgente, creo que es el enorme nivel de inequidad que tiene nuestro sistema educativo. Inequidad que caracteriza a nuestra sociedad y, en consecuencia, al sistema educativo. La pandemia no ha hecho más que dejar muy en evidencia esta situación, con niños y niñas que han tenido acceso, aun con limitaciones, a procesos educativos aceptables; y niños y niñas que han estado prácticamente excluidos de cualquier instancia educativa formal. 

Si tuviera que elegir un desafío urgente, creo que es el enorme nivel de inequidad que tiene nuestro sistema educativo

¿Cuál es la situación de la alfabetización en el país y qué políticas considera que deberían aplicarse para mejorarla?

Una de las consecuencias más graves de esta inequidad se relaciona con los bajísimos niveles de alfabetización que afectan a muchos niños y niñas en los sectores más vulnerados de la sociedad. Un porcentaje demasiado alto de niños y niñas en contextos de pobreza atraviesan gran parte de su escolaridad primaria en situación de virtual analfabetismo. Es decir, encontramos en 4º, en 5º, en 6º grado, niños y niñas que no pueden escribir ni siquiera una palabra, que no pueden leer ni siquiera una palabra. Y son miles y miles. Y son prácticamente invisibles. Todos quienes trabajamos en estos sectores sabemos que esto sucede, conocemos esta situación, pero a nivel social es una situación invisible. Tenemos esta idea de que en Argentina no tenemos un problema en términos de alfabetización y la realidad es que tenemos un problema muy serio, pero es tan invisible que ni siquiera lo tenemos cuantificado.

Lo primero que hay que hacer para mejorar la situación de la alfabetización en el país es reconocer que hay un problema y que hay que darle un cierto grado de prioridad entre las preocupaciones educativas. Si no reconocemos que hay que tomar acciones específicas en este sentido, que hay que darle prioridad, nunca se va a resolver. Hay que generar políticas -con lo que una política implica en términos de recursos, de organización institucional, de producción de materiales, de capacitación docente-, pero además hay que revisar en profundidad las prácticas más difundidas en nuestro país respecto de la alfabetización. Porque hay algo en el modo en que la alfabetización se concibe y en el modo en que se trabaja en las escuelas que no está resultando eficaz. Tenemos que revisar los modos de enseñar. Tenemos que revisar además la idea de que el docente, más que enseñar, tiene que generar las condiciones para el aprendizaje. Tenemos que recuperar el valor de la enseñanza. Por supuesto que no estamos hablando de volver a la enseñanza tradicional, a esa enseñanza repetitiva en la que los estudiantes son pasivos y se piensa que porque el docente enuncia una idea los niños automáticamente la adquieren. Creo que no hay nadie en el país que realmente piense en reivindicar esa enseñanza. Pero sí tenemos que recuperar la idea de que hay formas de enseñar que en el mundo se suelen denominar instrucción explícita, que implican una organización sistemática del contenido y de los procesos de interacción, que son absolutamente necesarias para garantizar el aprendizaje, especialmente en el caso de los niños y las niñas en contextos más vulnerados. Sobre esto hay un consenso internacional notable, aunque nuestro país no tanto.

En términos de alfabetización ¿en qué niveles cree que va a repercutir la situación de la pandemia en los procesos educativos de los chicos y las chicas?

En este contexto los y las docentes hemos hecho el doble de trabajo para obtener la mitad de los resultados. Hemos trabajado muchísimo, hemos tenido que improvisar. En el ámbito en el que yo me manejo, el de la alfabetización inicial, de la educación primaria, no hay manera de que la virtualidad genere los mismos resultados que se generan en la presencialidad. Si a esto agregamos la situación de miles y miles de niños y niñas que prácticamente no han tenido contacto con docentes o que han tenido un contacto muy reducido, podemos pensar que la situación a la que nos enfrentamos ahora es muy severa. Incluso antes de la pandemia, en nuestro país había miles y miles de niños y niñas en contextos de pobreza que pasaban 5, 6, 7 años en la escuela sin aprender a escribir o a leer una sola palabra.

¿Cuál cree que debería ser el rol de docentes y personal directivo en este contexto y cuáles son sus limitaciones?

En un contexto como el de la pandemia hay un protagonismo central de las autoridades educativas, que tienen que generar las condiciones para el trabajo en las escuelas. No se puede dejar solos a docentes y directivos en la complejísima responsabilidad de reorganizar las escuelas y la vuelta a la presencialidad. El sistema debe garantizar las condiciones, generar planes detallados, cuidados y financiados que garanticen que se pueda volver a la escuela sin que eso incremente los riesgos para los niños, para sus familias y para los equipos docentes. Docentes y directivos, si están enmarcados en políticas bien pensadas y bien organizadas, van a encontrar la manera de adecuar esas políticas a las realidades de sus escuelas y proteger a sus propias comunidades.

La falta de oportunidades educativas es una manifestación más que interactúa con reducidas oportunidades de acceso a la salud, a la vivienda, al trabajo digno.

¿De qué manera interactúan la falta de acceso a la educación con la vulneración de otros derechos?

Existe una cierta idea de que algunas personas viven en contextos de pobreza porque tuvieron poca educación. O que algunas personas viven en contextos de pobreza porque no tienen un alto nivel de alfabetización. Creo que lo que hay que entender es que es exactamente al revés: las personas no han aprendido a leer y escribir porque están en contextos de pobreza. Es primero la pobreza, luego el bajo nivel educativo. La falta de acceso a la educación o la reducción de las oportunidades educativas es una manifestación más de la posición de injusticia en la que estas personas están obligadas a vivir. Entonces, la falta de oportunidades educativas es una manifestación más que interactúa con reducidas oportunidades de acceso a la salud, a la vivienda, al trabajo digno. Esto es lo que hace tan difícil, en el contexto de las sociedades neoliberales, que una persona que nace en un contexto de pobreza pueda salir de ella.

¿Qué rol piensa que deberían tener las tecnologías en los modelos pedagógicos de los próximos años?

Cuando hablamos de tecnología educativa es importante que diferenciemos entre niveles educativos: no es lo mismo el uso de la tecnología educativa en los primeros años de la escuela primaria, que en la escuela secundaria, o que en contextos universitarios. Para darte un ejemplo, desde Dale!, el programa de alfabetización del que soy autora, hemos desarrollado un videojuego para promover la alfabetización. Y la implementación del videojuego nos ha mostrado que es una herramienta de un enorme potencial, siempre y cuando el uso del videojuego esté enmarcado en la interacción con alguna otra persona que promueve, que monitorea, que acompaña y que valora el aprendizaje. Sería maravilloso pensar que si distribuimos un videojuego en la sociedad los problemas de alfabetización se resolverán. Pero no es así. La tecnología tiene usos absolutamente valiosos y puede potenciar el trabajo de los docentes, pero no lo sustituye. Existe la posibilidad de recurrir a la tecnología cuando una persona tiene un interés particular por algo y tiene la voluntad y la motivación de abocarse sistemáticamente al aprendizaje. Pero no todas las personas, en particular no todos los niños y niñas tienen esos mismos niveles de motivación. En gran medida, la tarea de los docentes es crear esa motivación. Jerome Bruner, psicólogo estadounidense especizaliado en educación, decía que la tarea del docente es convencer al aprendiz de que el aprendizaje es deseable y posible. La tecnología puede facilitar que el aprendizaje sea posible, pero, especialmente para los niños para las niñas, somos las otras personas las que los convencemos de que es deseable.

¿Cómo evalúa la gestión del Gobierno durante el primer año de la pandemia? ¿Hay algo que cree que debería reformularse para 2021?

Hablar del primer año de la gestión de Gobierno durante la pandemia es hablar con el diario del lunes. Es muy fácil hoy hacerse algunos planteos olvidándose de todo lo que no sabíamos en marzo de 2020. Con la información que se tenía en aquel momento se hizo lo que en aquel momento parecía más adecuado, y en el curso de este proceso hemos ido aprendiendo. Hay que plantearse seriamente el proceso de regreso a la presencialidad pero no de cualquier manera. Existen personas dedicadas a la política educativa que leen y estudian la investigación internacional, y son ellos quienes tienen que aportar y nutrir la reformulación de las estrategias educativas para este año.

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