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La Argentina, líder regional en bullying
Por María Sucarrat
Fotos: Silvana Colombo
Habría otra fiesta de tantas a las que no la habían invitado. Todas eran planeadas delante de Agustina. Sin embargo, nunca la participaban. Esa vez sí. La encararon, le pidieron que fuera.
Agustina estuvo unos diez días preparándose. La remera, el choker, las botitas. Hasta fue a la peluquería para que le hagan unos mechones de color. Cuando llegó el día, Silvia, su mamá, la llevó. Pero la dirección era falsa. Sus compañeros de primer año de un colegio privado, bilingüe, prestigioso, de Villa Devoto, la habían engañado otra vez.
Silvia estaba cansada de hablar con su hija y con las autoridades del instituto. El maltrato era el centro de la vida familiar. “Fea”, “Gorda”. Todas las tardes, Agustina salía de la escuela llorando.
-Me dijeron que no me da la cabeza porque soy negra, le repetía cada día a su mamá.
A Silvia le costó entender que su hija era víctima de acoso escolar. Agustina había sido adoptada de bebé. Es morocha y robusta. Luis, el papá, había hecho lo imposible para que la adolescente fuera a esa escuela. Los datos de la realidad jugaron en contra en la mente familiar. El deseo parental había operado sin tener en cuenta a la chica. La fiesta con la dirección falsa fue el límite.
Hoy Agustina va a un colegio estatal y de jornada simple. Repitió primer año. Sus compañeros, hasta ahora, no hicieron ninguna alusión a sus características físicas. Tiene algunas amigas. Le va mejor.
Quizás porque la Argentina es líder regional en el ranking de bullying en establecimientos educativos, es que la serie 13 Reasons Why, conocida también como Por 13 razones, fue lo más visto en los últimos tiempos en la franja etárea de niños, adolescentes y jóvenes. Como una enfermedad viral, se instaló en las pantallas de cada uno de los dispositivos que los chicos tienen a disposición. Si bien la ola pasó un poco, ya está en puerta la segunda temporada y los especialistas en acoso escolar creen que el fenómeno se repetirá.
La serie de 13 capítulos, producida por la actriz Selena Gómez sobre una novela de Jay Asher, tiene un argumento simple: una adolescente se suicida y sólo al final se conoce el por qué. El tema es tratado de manera sencilla y atractiva. Para Asher era necesario que la gente pudiera hablar “de lo que le produce miedo, por ejemplo el acoso escolar, la violación o el machismo y que descubra que todo aquello que uno hace influye en los demás”.
Para escribir el personaje de Hannah Baker, la adolescente que se suicida, Asher se inspiró en una chica de su familia. “Me pareció importante porque parte de mis familiares veían que ella enfrentaba muchos problemas pero no sabían a quién acudir para hablar de eso. Y ella no encontraba a nadie alrededor con quien hablar de forma sincera”. En la serie, antes de suicidarse, Hannah deja 13 grabaciones en las que explica las 13 razones que la llevaron a tomar esa decisión.
Según datos de la Unesco, relevados en el informe “Posicionamiento sobre la adolescencia en el país” de UNICEF (publicado los primeros días de julio de 2017), cuatro de cada diez estudiantes secundarios admite haber padecido acoso escolar, mientras que uno de cada cinco dice sufrir burlas de manera habitual.
“La historia de 13 razones se desarrolla en un contexto que no es el nuestro ya que los jóvenes van a la escuela en su propio auto, usan los típicos lockers, pero si logramos abstraernos de esos detalles, podremos observar que sus personajes sufren los mismos hechos de violencia que podrían ocurrir, y de hecho suceden, en cualquier escuela de nuestro país”, dice Paola Zabala, directora de la Comunidad Anti Bullying Argentina.
La empresa Netflix sabía que el tema de la serie era polémico y desde el inicio previno a los espectadores “más sensibles”. “Si le interesa tanto a los adolescentes, está bien hecha. Las relaciones, la necesidad de pertenecer, de ser populares, son cuestiones que los interpelan. Sin embargo, hay que tener en cuenta que se trata de una ficción, que no es algo que vaya a ocurrir. Es una posibilidad para hablar de aquello que no se habla”, explica María Zysman, directora de Libres de Bullyng.
Las situaciones de acoso y hasta de violación que aparecen en la vida de Hannah Baker y la discriminación que sufrió Agustina tienen como tema común la falta de comunicación. “Si hay dos adolescentes en la casa, por ejemplo, uno puede ir por el capítulo dos y otro por el cinco. Los dos miran la misma serie y ni siquiera lo hablan entre ellos por no ‘spoilearse’. Mucho menos con los adultos. Multiplican las viralizaciones de contenidos y las exposiciones en las fotos pero todo lo hacen en soledad”, sostiene Zysman. “No es que los adolescentes vayan a matarse por la serie pero sí van a pensar que hay alguien que tiene la culpa.”
Tanto Zysman como Zabala coinciden en la cantidad de recursos que generó la aparición de la serie y el escenario que se abrió para trabajar el tema. “La recomendamos pero sólo para jóvenes y adultos debido a las escenas explícitas de una violencia. Los más chicos no están preparados para procesar la temática debido a su madurez psicológica y al impacto que esas imágenes podrían tener en su desarrollo, aun con el acompañamiento de un adulto”, explica Zabala. “La crudeza se justifica si permite a los espectadores empatizar con la protagonista víctima de bullying y entender por qué el suicidio es una alternativa para los jóvenes que atraviesan esta problemática.”
A lo largo de los capítulos de 13 razones casi no aparecen los adultos. No hay padres, no hay vecinos, no hay preceptores, no hay profesores. Y si los hay, juegan roles equivocados y se los muestra ridiculizados y con recursos absurdos. Para Zysman, “los chicos necesitan hablar del tema y comprender algunas de esas cosas que suceden. Los que sufren bullying no la pasan bien. Muchos chicos usan algunas escenas de la serie para amenazar con que a ellos les va a pasar lo mismo. Por eso los adultos tienen que meterse desde el interés para plantearles que solos no pueden resolver sus problemas, que tienen que pedir ayuda”. Asher pensó en la misma dirección cuando escribió la novela: “Por más dolorosos que sean, hay muchos temas de los que la gente no quiere hablar. Por eso es necesario forzar esa conversación”.
El suicidio, el final de Hannah Baker, es la segunda causa de muerte de jóvenes de 15 a 29 años, según la Organización Mundial de la Salud: “Es una epidemia: por cada muerte por suicidio se registran 20 intentos y entre 30 y 50 ideaciones”. Para Zabala, es necesario saber cuáles son las señales que permiten reconocer en qué momento un adolescente comienza a presentar ideaciones suicidas: “Por ejemplo, cambios en su cuidado personal o el aislamiento de sus amigos. El suicidio y el abuso sexual son temas tabúes. Pero hablar no incita a cometer esos actos. Hablar de abuso sexual con niños no es introducirlos en la sexualidad antes de tiempo sino prevenir. Plantear el tema no es mostrarles cómo hacerlo”.
En los Estados Unidos, la Fundación Jed y la organización Suicide Awareness Voices of Education redactaron un listado de 13 puntos para que los adultos puedan charlar con los adolescentes mientras ven la serie. Quizás nunca se sepa la eficacia del mecanismo que se usó en Nueva Zelanda, el país con mayor tasa de suicidios, donde se prohibió la serie a menores de edad.
A pesar de los protocolos para mirar 13 razones, Zabala hace su crítica: “No muestra que hay alternativas al suicidio. O lo que podría haber sucedido si Hannah Baker hubiera recurrido en busca de apoyo a sus amigos y contención en un adulto responsable. De hecho, acude al consejero de la institución, que no la acompaña debidamente”. Los puntos en común entre la realidad norteamericana y la local existen: “La institución preocupada en evitar una demanda niega lo que sucede paredes adentro. Esto es algo muy usual aquí; sin embargo, bienvenida sea la serie si planta la semilla y hoy hablamos de bullying en nuestro país y dimensionamos la gravedad del tema”.
A la serie de Netflix se sumó el juego de la “Ballena Azul”, difundido en todo el mundo a través de las redes sociales. Son 50 pruebas que deben ser realizadas por quien recibe el desafío, a su vez es contactado por un tercero que, con amenazas, obliga a las víctimas a seguir hasta la última etapa que es la muerte. Según Zysman, es muy probable que en este momento existan muchísimos juegos que transitan subterráneos en el silencio de los adolescentes y que los adultos desconocen. “Los dispositivos que usan los chicos refuerzan la individualidad. Por ejemplo, detectamos algunos dibujos como Peppa Pig o Mickey, y en el medio del capítulo se cuelan escenas de sexo. Por eso los adultos debemos estar presentes, preguntar y hablar sobre lo que están viendo los chicos sin invadir su privacidad. Y también hablar con ellos de que el suicidio es un fracaso para el que lo comete y para todos a su alrededor.”
Campaña contra el bullying
La Universidad de Buenos Aires, la Defensoría del Pueblo porteña, la Organización de Estados Iberoamericanos, la comunidad Antibullying Argentina y la fundación Pinta Argentina pusieron en marcha una campaña integral contra el bullying para las escuelas de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de un protocolo de acción y prevención, spots publicitarios, debates e intervenciones artísticas como murales en paredes internas o externas de los colegios y una obra de teatro de 17 minutos con final abierto, con la idea de difundir y concientizar el problema del acoso escolar en instituciones públicas y privadas.